¿En qué va a quedar la asociatividad?

Por Jaime Palacio, columnista invitado

En lo que se ha leído y escuchado, las afirmaciones más contundentes de los directivos sindicales del orden regional y nacional frente a los efectos de la crisis en el trabajo y el empleo, se refieren a las demandas que seguramente van a instaurar para tratar de recuperar lo que ellos llaman pérdida de derechos laborales, adquiridos, o por que son legales, o por hacer parte de acuerdos en los contratos colectivos.  Así mismo, en volver a la calle a revivir la protesta social.

Por eso, sorprende que aun públicamente, no se hayan manifestado sobre un tema trascendental para el futuro del movimiento sindical; qué va a pasar con la Asociatividad y la representatividad de los trabajadores organizados, en un momento en que las nuevas formas de trabajo y las experiencias laborales que han venido surgiendo a lo largo de la crisis y de la contingencia prolongada, están evidenciando dimensiones de ser y competencias individuales que propenden por la autonomía, la individualización en el ejercicio de la tarea, la autorregulación y el autocontrol.

Estos atributos todos que muestran que, frente al empleo dependiente, hay otras maneras de abordarlo que trascienden la permanencia en jornadas regulares, el trabajo en equipo con presencia y contacto cercano de los compañeros, la subordinación a la supervisión, las condiciones de salud y seguridad en ambientes controlados en la producción de bienes y servicios, la colectivización de la necesidades e insatisfacciones de los miembros de una comunidad Laboral.

Es decir, por la fuerza de las circunstancias y por los efectos de la crisis aún inciertos en su mayoría, estamos asistiendo al encuentro de diversas formas de ocupación seguramente no contempladas totalmente en la normatividad, en los estudios de procesos, en las divisiones técnicas del trabajo, y mucho menos en los escalafones de cargos y oficios contemplados en las convenciones colectivas.

Ese es el tema de fondo: a nuevos trabajos nuevos trabajadores; a nuevos trabajadores nuevas formas de relacionamiento con ellos; a una nueva relación laboral, un nuevo esquema de compensación y beneficios; a unas nuevas condiciones, unas diferentes expectativas frente a la afiliación emocional, la identidad organizacional y la representatividad sindical.

La realidad del momento desbordó el alcance del contrato individual, la adaptación a los efectos de la crisis exige nuevas normas laborales, y el descubrimiento de un nuevo trabajador obliga a pensar en diferentes formas de organización, si es que la actual dirigencia sindical los quiere representar y mantenerlos asociados. Con los modelos actuales no les va a alcanzar ni para sostenerse en el presente.

 

Jaime Palacio

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