La fiebre por los influencers revela lo bruto que somos

 

Afirma Filanderson Castro bedoya en su reciente nota en el portal Las Dos Orillas refiriéndose a los influenciadores que «su contenido es fiel reflejo de la mentalidad social: son tan básicos que hasta el más torpe de los seres humanos puede comprenderlos»

Un gran revuelo han causado en los últimos días algunas opiniones, generalmente de personas con algunos niveles educativos, al respecto del estilo de vida de los influencers y la aparente facilidad con la que estos acumulan grandes cantidades de dinero realizando acciones que de la simplicidad llegan a rozar con la estupidez.

Es normal que individuos que se han esforzado increíblemente durante toda su vida por alcanzar conocimientos que le sean útiles a la sociedad se sientan timados al ver que personas con tan bajas características intelectuales reciban sumas impensables de efectivo por subir videos a las redes sociales, comportándose de tal manera que hasta el mismísimo Darwin dudaría de la evolución humana.

Pero el asunto no es tan simple como parece y detrás de ello hay toda una maquinaria social que ha existido, existe y existirá siempre. La diferencia es que anteriormente los influencers solían ser deportistas de alto rendimiento, políticos, escritores, oradores reconocidos mundialmente, científicos u otras personas con talentos extraordinarios, utilizados para que diferentes mensajes políticos, empresariales publicitarios, etcétera, llegaran a más personas o tuviesen una mejor acogida.

La debacle de la influencia social de hoy en día no se halla específicamente en los influencers, sino en la sociedad misma y para comprender ello debemos tener en cuenta algunos aspectos clave:

Primero, hay que tener en cuenta que el influencer no hace a la sociedad, la sociedad hace al influencer. Estas personas no lograron hacerse reconocidas porque lo que hagan sea digno de admirar, sino porque su contenido es fiel reflejo de la mentalidad social: lenta, tonta y de poco esfuerzo cognitivo. Son tan básicos que hasta el más torpe de los seres humanos puede comprenderlos, dinámica adoptada así mismo por los géneros musicales contemporáneos.

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