La revista Semana enterró el buen periodismo

 

La periodista Vicky Dávila, tal vez sin querer queriendo, se ha convertido en el verdugo de la prensa colombiana.

OPINIÓN-Octavio Gómez Q.

La desbandada de renuncias que provocó el nombramiento de Vicky Dávila como directora de la revista Semana, refleja con claridad que las empresas editoras están acorralando cada vez más el buen periodismo, al sobreponer los intereses económicos y políticos a la buena práctica del periodismo.

En Colombia y casi en el resto del mundo el sistema capitalista y los regímenes dictatoriales ha convertido casi todo en mercancía, y poco a poco han apretado el bozal a la prensa libre que no obedece a sus intereses.

Y cuando no es a bala -como en el caso de Jaime Garzón- es a través de duras condiciones laborales, sobrecarga de trabajo, ambiente hostil e intimidaciones para mantener a los comunicadores bajo control total.

El caso de la revista Semana ya es, lo que decimos, la tapa de la olla y la controvertida periodista Vicky Dávila, se ha convertido en el verdugo de la prensa colombiana.

Nunca he negado la calidad periodística de la Dávila, pero su egocentrismo y su “sobradez” en el ejercicio de la profesión le han jugado una mala pasada. En las escuelas de comunicación no lo enseñan ni predican, pero uno aprende que una de las grandes virtudes del periodista es la humildad y la sencillez, además del apego y defensa de la verdad incluso sobre la vida misma.

El periodista que nunca arriesga, o para decirlo de forma contundente y sencilla, el periodista miedoso, nunca podrá llamarse como tal y no dejará de ser un simple portavoz de su medio y de los patrones que lo contratan. Por eso renunciaron los verdaderos periodistas de la revista.

Semana es el ejemplo clásico del amo que llega, del dueño de los bienes de producción que pone todo su talento al servicio de una causa, y en este caso no es el buen, periodismo: son las ambiciones políticas y el deseo de poder absoluto de la familia Gilinsky, por competir con las otras dos o tres familias dueñas del país.

Al igual que a la Claudia Gurisatti, que se vendió a una causa ideológica por encima de la periodística, a Vicky Dávila le será muy difícil quitarse ese remoquete de la sepulturera del periodismo colombiano.

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