Colombia entre la indignación y el miedo: diario de una protesta

 

No podía ser más elocuente el titular de este artículo del escritor y periodista cultural colombiano Javier Zamudio, y publicado el 9 de mayo en el New York Times y que hoy compartimos con nuestros lectores.

 

Un país que sale a protestar en medio de una pandemia es un país desesperado. En Colombia hay amenazas más grandes que la COVID-19: el hambre, el desempleo y la violencia. Y fueron esas amenazas las que llevaron a miles de colombianos a tomar las calles en manifestaciones donde se han mezclado gremios de taxistas y camioneros, grupos indígenas, afrodescendientes, profesionales de la salud y estudiantes, con ciudadanos de a pie.

Hasta el viernes 7 de mayo se contabilizaron 37 muertos, 275 heridos, 936 detenciones arbitrarias, según cifras reportadas por la oenegé Temblores, y al menos 379 desaparecidos, de acuerdo con 26 organizaciones sociales.

El Ministerio de Defensa mencionó que había unos 800 miembros de la fuerza pública heridos. Organismos de protección de derechos humanos locales e internacionales han denunciado el uso excesivo de la fuerza. Estados Unidos, la Organización de los Estados Americanos y la Organización de las Naciones Unidas, han manifestado su alarma ante la violencia del gobierno.

¿Cómo llegamos a una tragedia de estas proporciones? Cuando en 2018 el presidente Iván Duque llegó a la presidencia, se hablaba de empleos, estabilidad y prosperidad. A un año de que termine su mandato, la realidad es muy distinta.

Una reforma tributaria propuesta por Duque y presentada el 15 de abril ante el Congreso, la reforma a la salud y la crisis económica y social producto de la pandemia, avivaron la indigación que ya existía en medio de una cuestionada gestión presidencial.

Por ejemplo, gravar insumos esenciales que afectan la canasta familiar en medio de la crisis actual, es una medida que amenaza con profundizar la pobreza, que se incrementó de 35,7 por ciento en 2019 a 42,5 por ciento en 2020, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).

A esto se suma el cuantioso gasto de los recursos públicos en la promoción de la imagen del presidente y un proceso de vacunación que sigue rezagado. El paro nacional convocado contra la reforma desató una ola de protestas y una brutal represión que muchos colombianos creían haber dejado atrás. Los colombianos demandan reivindicaciones y el gobierno responde con la fuerza.