Fabián Rendón fue un artista que llegó a ser considerado uno de los mejores grabadores del país, pero la eternidad se lo llevó en la mejor etapa de su producción artística
Recuerdo a Fabián Rendón jugando baloncesto conmigo en la cancha de Fabricato en Bello y en la “oficina”, un cafetín ubicado en una esquina del parque municipal donde oíamos baldas y música disco de moda. Una noche me mostró uno de sus primeros trabajos: un apunte a lápiz de unos tenis rotos que parecía era su iniciación en el arte. Su obsesión por los tenis rotos era una forma de reflejar su frustración como deportista. Mi comentario soez me lo recibió con una leve sonrisa y cerró su carpeta.
Hoy, Fabián Rendón llega de nuevo a través de sus obras (talento fallecido en el 2020) en la galería AH Fine Art del Poblado, (propiedad de Alberto Hugo Restrepo, también compañero de colegio de Fabián) donde se puede apreciar parte de sus obras de un artista que llegó a ser considerado uno de los mejores grabadores del país.
Ese prestigio se lo dio una técnica en el linóleo depurada con pasión, y una extraordinaria imaginación que hacía de sus cuadros una celebración de la cultura en permanente movimiento.
La poesía, el rito, la música, el circo, la noche, conformaban parte de sus mundos interiores que llevaron sus grabados a exposiciones en todo el país, y a ser dignos de reconocimiento y de premios en Colombia, en Japón y en Puerto Rico.
“siempre dejó en gran porcentaje al azar, pues creía firmemente en él. A través de la música, la poesía, el rito o sus vivencias personales, se dejaba guiar por lo que sentía en el momento, de experimentarlo para posteriormente realizar sus composiciones en grabados impregnándolos de la cultura que llevaba en su interior y la intuición e incertidumbre de lo que pudiese resultar en el proceso de ejecución”.
Reseña Luis Germán Sierra J. en la revista Prometeo, refiriéndose a las muchas alegrías del artista que sus grabados son una pequeña muestra de los linóleos que muestran la fiesta sin igual que para él constituía la ejecución de su obra.
Los bestiarios, los acróbatas, los músicos, la noche, la fiesta, el juego, el fuego, la inocencia y el diablo que el artista llevaba a la prensa después de la minuciosa y magistral tarea de dejar en el linóleo la marca de su dibujo absoluto y grácil, representaba el pequeño paraíso que un ser humano labra poco a poco hasta hacer de la práctica del arte, de estas obras impregnadas de gusto y de emoción, la alegría más genuina, la más alta.
