¿Tiene futuro la carne producida en laboratorio?

 

 

La carne cultivada ya está aquí. Probablemente la mayoría de nosotros aún tardemos en encontrarla en los lineales de nuestro supermercado habitual, pero quien tenga la oportunidad de acceder a un exclusivo restaurante de Singapur llamado 1880 encontrará en el menú un plato único en el mundo: carne de pollo cultivada, producida por la compañía estadounidense Eat Just.

Al mismo tiempo, recientemente la empresa israelí Future Meat Technologies ha anunciado la apertura de la primera planta mundial de fabricación industrial de carne cultivada, que producirá 500 kilos al día para comercializarse a partir de 2022.

Son los últimos avances visibles en el campo de la también llamada carne de laboratorio, una alternativa que se promociona como más sostenible que la convencional y cuyos progresos y promesas hemos ido conociendo en los últimos años, en medio del debate entre defensores, detractores y quienes simplemente dudan de su viabilidad comercial o de su aceptación pública.

Las vacas son ineficientes, suele decir uno de los pioneros de la carne cultivada en laboratorio. Naturalmente, no lo son para ellas mismas; pero los humanos las criamos para la producción de carne, de la cual solo rinden en torno a un 4% de proteína de la que consumen, frente a un 6% en el cordero, un 8% en el cerdo y casi un 20% en el pollo.

A ello se suma que el consumo de carne está hoy en entredicho por el impacto ambiental de la ganadería: más del 70% de las tierras cultivables se dedican a esta actividad, que consume grandes cantidades de agua potable y es responsable del 5% de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero, principalmente metano —el 14% si se considera el ciclo de vida completo—. A esto se une un intenso uso de antibióticos que fomenta la proliferación de bacterias resistentes.

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