A tumbar estatuas *
OPINIÓN – Octavo Gómez Q.
Me da la sensación de que la nueva ministra de educación, Angélica Mayolo, es de mente abierta y al menos sabe que la cultura, antes que ser un elemento perpetuador de valores, es dinámica (pero no en el concepto de los políticos) y evoluciona de acuerdo con la sociedad y le imprime nuevos sellos de calidad a lo que creemos que es cultura, y desecha lo que es simple basura convertida en valor cultural.
El solo hecho de que la señora Mayolo crea en la posibilidad de un diálogo abierto sobre símbolos históricos, mediante el cual se revisarán monumentos nacionales desde 1920, ya es un hito histórico y una muy oportuna actitud de reflexión, sobre los que hasta ahora, están basados nuestros valores y creencias históricas.
Las declaraciones de la funcionaria se dan tras al retiro de las estatuas de Cristóbal Colón e Isabel I de Castilla de la calle 26 con carrera 100, en el occidente de Bogotá tras el intento de derribo por parte de indígenas Misak.
El alcalde de Popayán en septiembre de 2020, se puso furioso porque le derribaron la estatua de Belalcázar y amenazó con encarcelar a los responsables (los Misak), en una actitud totalmente contraria a la de la nueva ministra, que contempla la posibilidad de revisar el tema.
Estas estatuas y monumentos, representan un símbolo histórico que trajo grandes avances, nuevos valores y creencias a estas vastas regiones (que cobija a todo el continente americano), pero detrás de estas “conquistas” y posterior colonización que trajo nuevos valores y culturas, se oculta la otra historia: la de sangre, despojo, muerte y todo lo demás que significó el extermino de civilizaciones y culturas ancestrales.
Aquí entonces, la historia divide a la sociedad: la de los que resultaron beneficiados con la conquista de América y los hizo dueños de grandes extensiones de tierra (los españoles por supuesto y sus descendientes) y los aborígenes, hoy convertidos en mestizos, mulatos, zambos y toda esa singular mezcla genética que resultó de la esclavitud y servidumbre de los indígenas y la posterior llegada de negros del áfrica.
Los valores y la cultura entonces se trastocan. Lo que para una minoría es válido (una estatua en honor a Colón), para otros es insulto. Y entonces llega una nueva ministra a tomarle el pulso a estas contradicciones y propone un diálogo abierto.
A buena hora, porque esto permite a la sociedad colombiana, a los estudiantes, a los gestores culturales y todos los públicos, quitar ese velo y dejar al desnudo lo que hay detrás de estos monumentos y lo que realmente representan y a quienes representan.
La pregunta del millón entra entonces ahora en escena: ¿Y para cuando revisamos el himno y la bandera y lo que estos símbolos representan?
¿Ha leído usted las once estrofas del Himno de Colombia? ¿se siente representado?
Aquí les dejo una pequeña muestra.
VIII
La Virgen sus cabellos
arranca en agonía
y de su amor viuda
los cuelga del ciprés.
Lamenta su esperanza
que cubre losa fría,
pero glorioso orgullo
circunda su alba tez.
IX
La patria así se forma,
Termópilas brotando;
constelación de cíclopes
su noche iluminó.
La flor estremecida,
mortal el viento hallando,
debajo los laureles
seguridad buscó.
*Creo oportuno aclarar que el titular de esta nota no pretende incentivar el vandalismo ni mucho menos, me refiero a los mitos que muchas de estas estatuas representan. Mire y verá.